Estos días la piedad popular sale a la calle a recordárnoslo: que Dios mismo, en carne y sangre, comparte nuestro dolor. Si con esta fe acompañamos el dolor ajeno, juntos, lo aceptaremos, maduraremos y le encontraremos sentido. (Padre Manolo Morales o.s.a.).
A menudo, el mayor regalo que podemos ofrecer a alguien que está sufriendo es nuestra presencia y nuestra escucha atenta.
Mostrar compasión es reconocer el dolor del otro como nuestro y expresar un deseo genuino de aliviar ese sufrimiento.
Pequeños gestos y palabras de consuelo pueden ser de gran importancia para quien sufre.
Además del apoyo emocional y ofrecer ayuda práctica, podemos estar unidos a través de la oración.
Ofrecer palabras de aliento y esperanza puede ayudar a una persona a encontrar la fuerza para seguir adelante.
Reafirmarle que ella no está sola y que puede contar con nuestro apoyo.
Acompañar el sufrimiento del otro es un acto de amor incondicional. Este gesto no sólo alivia su dolor, sino que también nos enriquece como seres humanos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nacimiento
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