Jesús va camino de Jerusalén, donde ya está a punto de cumplirse su misión, y se detiene en un pueblo, en casa de Marta y María. El evangelista Lucas describe así la acogida que le reservan a Jesús las dos hermanas: Marta, que desempeña el papel tradicional de señora de la casa, «estaba atareada en muchos quehaceres» (Lc 10,40)[1] propios de la hospitalidad, mientras que María, «sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra» (v, 39). La atención de María se opone a la agitación de Marta; y, en efecto, a sus quejas por haberse quedado sola sirviendo, Jesús replica: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada»
(vv. 41-42)[2]. Este pasaje se sitúa entre la parábola del buen samaritano -tal vez la página más elevada en relación con la caridad hacia el prójimo- y esa otra en la que Jesús enseña a sus discípulos cómo rezar -seguramente la página más elevada en la relación con Dios-Padre-, lo que constituye casi el justo medio entre el amor al hermano y el amor a Dios.«Solo una cosa es necesaria»
Las protagonistas de este pasaje del Evangelio son dos mujeres. El diálogo que se desarrolla entre Jesús y Marta describe su relación de amistad, que le da pie a esta a lamentarse ante su Maestro. Pero ¿cuál es el servicio que Jesús desea? Lo que Él desea es que Marta no se afane, que salga del papel tradicional asignado a las mujeres y se ponga también ella a escuchar su Palabra, como María, que adopta una nueva categoría, la de discípula. A menudo se ha reducido el mensaje de este texto a una contraposición entre la vida activa y la vida contemplativa, casi como dos enfoques religiosos alternativos. Pero tanto Marta como María aman a Jesús y quieren servirle. De hecho, el Evangelio no dice que sea más importante orar y escuchar la Palabra que la caridad; lo que hace falta más bien es encontrar el modo de unir estos dos amores indisolublemente. Dos amores -el amor a Dios y el amor al prójimo- que no se contraponen, sino que son complementarios, porque el Amor es uno.
«Solo una cosa es necesaria»
Así pues, falta por entender bien qué es lo único necesario. En esto nos puede ayudar el inicio de la frase: «Marta, Marta...» (v. 41). La repetición del nombre, que puede sonar casi como anunciadora de un reproche, en realidad responde a la modalidad propia de la «llamada vocación». O sea, parece que Jesús llama a Marta a un nuevo modo de relacionarse, a tejer un vínculo que no sea el de una servidora sino el de una amiga que entra en una relación profunda con Él. Escribe Chiara Lubich: «Jesús se valió de esta circunstancia para explicar lo más necesario en la vida del ser humano. [...] Escuchar la Palabra de Jesús. Y para Lucas, que escribió este pasaje, escuchar la Palabra significa también vivirla. [...] Y esto es lo que tienes que hacer también tú: acoger la Palabra y dejar que obre en ti una transformación. No solo eso, sino permanecer fiel a ella, guardándola en el corazón para que modele tu vida, como la tierra guarda en su seno la semilla para que germine y dé fruto. O sea, dar frutos de vida nueva, efectos de la Palabra»[3].
«Solo una cosa es necesaria»
¡Cuántas ocasiones tenemos también nosotros de acoger al Maestro en la intimidad de nuestra casa, precisamente como Marta y María, a cuyos pies podemos ponernos a escucharlo como auténticos discípulos! Con frecuencia, la ansiedad, la enfermedad, las obligaciones e incluso las alegrías y satisfacciones nos distraen, en la vorágine de tantas cosas por hacer, y no nos dejan tiempo para detenernos a reconocer al Señor ni para escucharlo.
Esta Palabra es una ocasión excelente para ejercitarnos en elegir la mejor parte, es decir, escuchar su Palabra y así adquirir la libertad interior que nos lleva a actuar en consecuencia en nuestra vida diaria: una acción que es fruto de una relación de amor que da sentido al servicio y a la escucha.
LETIZIA MAGRI
[1] Lc 10, 40. El verbo perispáomai tiene dos sentidos: puede significar «estar completamente ocupado, estar fuertemente sobrecargado» o bien «estar distraído».
[2] En estos versículos seguimos la Biblia de la CEE en lugar de la Biblia de Jerusalén porque se acerca más a la versión italiana.
[3] C. LUBICH, Palabra de vida, julio 1980, en EAD., Palabras de vida/1, Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 181-182.