“Procuremos hoy vivir el mandamiento nuevo y, con esto como única base, ofrezcamos todo lo que hacemos a Jesús, repitiendo: 'Por ti, Jesús'. Orar siempre, sí, pero siempre fundados en el amor recíproco”.
Chiara Lubich. La Perla del Evangelio p66.
Nos afectan tanto, a veces, las fuerzas del mal, que fácilmente olvidamos de quién es "la batalla": "¡no es cosa vuestra sino de Dios!". Lo primero, por eso, es orar, "estar a sus órdenes". Y luego, "adonde no hay amor, pongo amor, y sacaré amor". (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Son dos momentos que se complementan: el primero es nuestra conexión directa con Dios en momentos exclusivos de conversación, agradecimiento, petición de perdón e intercesión; el segundo es el momento de actuar guiados por el amor que Dios infunde en nuestros corazones y que se refuerza durante la oración.
Con la práctica diaria de la oración y la acción, estos momentos se fusionan y se convierten en una sola cosa, cuando nuestra acción se convierte también en oración.
La oración puede ser individual o colectiva: puede ser un momento de soledad con Dios en el silencio de nuestra habitación o en contacto con la naturaleza conectándonos con la creación que nos habla de Dios y nos hace hablar con Él; o puede ser un momento de oración colectiva, con alabanzas que le agradan y nos restauran el alma.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento