Llora el corazón cuando vemos contaminada la casa que Dios nos ha confiado. La Virgen del cielo, que "cuida con afecto y dolor materno este mundo herido", nos enseñe a ver y defender la hermosura que infundió en la tierra nuestro Creador. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Cuando vemos un lugar muy hermoso, aún no modificado por la mano del hombre, solemos decir: Es un lugar paradisiaco!
La belleza original, exuberante y armoniosa, es buena para nuestra alma. Nos sentimos en paz y estamos en sintonía con el ambiente que nos rodea. Sobre todo cuando nos encontramos ante la inmensidad del mar o la vista sin límites desde lo alto de una montaña. Esta inmensidad está también dentro de nosotros. Es la presencia incipiente de Dios en nosotros que incluso es independiente de que tengamos o no una fe confesional.
La belleza de la creación maravilla y eleva nuestro pensamiento a Dios. Y entonces, se establece un diálogo silencioso entre nuestra alma de criatura y el corazón de Dios creador que late a nuestro alrededor.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento