“Así que levantémonos felices cada día, llueva o haga sol; y recordemos que lo que tendrá valor en nuestro día es la cantidad de la palabra de Dios que hayamos 'asimilado'. De esta manera, Cristo habrá vivido en nosotros durante la día y habrá dado valor a las obras que realizamos, ya sea por nuestra participación directa o por nuestra oración y sufrimiento".Chiara Lubich Saber perder p15.
¡Tan necesario como el comer! Vivir solo a merced de las circunstancias, "a lo que salga", sin atender a esa Voz íntima, amorosa, paterna, es como andar desnutridos y sin rumbo, vacíos. ¿Y qué contagiaremos así a nuestro alrededor? (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Escuchar la Palabra no es solo escuchar que alguien la proclama. Es una adhesión total a toda Palabra que viene de Dios.
La Palabra de Dios se dirige a cada uno de nosotros. Ella debe tocar en lo más profundo de nuestro corazón y nuestra adhesión significa vivirla, ponerla en práctica.
La Palabra de Dios está explicada en las Sagradas Escrituras, pero también podemos percibirla en la naturaleza que nos rodea; podemos escucharla en el hermano o hermana que nos pide ayuda; podemos descubrirla en las entre líneas de nuestra propia vida; así como también en la vida de muchas personas que ya alcanzaron la meta y están delante de Dios.
La Palabra de Dios nos alimenta, porque no sólo de pan vive el hombre. (Cf. Mt. 4,4)
Vivir la Palabra nos transforma poco a poco en otro Cristo. Y así, podremos repetir como Pablo: “Ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí” (Gal. 2,20)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento