No porque los hagamos siempre desaparecer (¡ya nos gustaría!) sino porque la fuerza de la fe los convierte en oportunidades de crecer, "levanta nuestra débil esperanza", y nos hace ser "gente que no se arredra". (Padre Manolo Morales o.s.a.)
No es raro escuchar decir: yo sólo amo a quien me ama.
Otros condicionamientos son: la amistad, el parentesco, los afectos, la clase social, la nacionalidad, la propia religión. Es decir, todo lo que pone una condición para que el amor sea realizado.
Dios nos enseña a tener un amor incondicional, porque nos ama inmensamente, a pesar de nuestros pecados. Él nos acoge como el padre acoge al hijo pródigo. (Cf. Lc. 15, 11-32)
Amar al prójimo incondicionalmente nos libera de nosotros mismos, de nuestro egoísmo; nos libera de todos los sentimientos, buenos y malos; nos libera del miedo y de la inseguridad; nos libera del pecado.
La única cosa que debe condicionar al amor es la misericordia.
Amémonos sin imponer condiciones, amémonos unos a otros sin hacer distinciones. Entenderemos lo que significa ser libre y feliz.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento