En nuestro alrededor, en la sociedad... ¿Y por qué no en nuestra propia historia? ¡Cuánto bien vivido ya olvidado y no reconocido! Cuando descubrimos el bien, aun sin saberlo, estamos descubriendo a Dios, el Dador de todo Bien. (Padre Manolo Morales o.s.a.).
El bien permanece oculto cuando se practica con humildad y no busca notoriedad.
Hay dos versículos que, a primera vista, parecen contradictorios, pero en realidad son complementarios.
El primero es:
“Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha” (Mt. 6,3)
Este es el bien oculto, que sólo Dios, quien lo practica y a quien está dirigido, saben de su existencia.
El segundo es:
“Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt. 5,16)
Este es el bien descubierto, aquel que, incluso las personas beneficiadas por él, comprenden que nuestra acción fue motivada por Dios y que, a través de nosotros, el amor de Dios llegó hasta ellas. Por eso, toda la gloria es para Él.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento