Sobre todo, la alegría de estar unidos, volando contra todo viento de tristeza y apatía, ayudándonos a volar libres, sin dependencias ni apegos. Llevará su fatiga, pero traeremos el cielo a la tierra: la familia, el grupo, la comunidad, el mundo... (Padre Manolo Morales o.s.a.).
Cuando compartimos nuestros momentos de felicidad con los demás, no sólo multiplicamos esa alegría, sino que también creamos recuerdos saludables.
Los momentos de celebración, como los logros personales, los encuentros con amigos o incluso las pequeñas victorias cotidianas, cuando se comparten, adquieren un significado aún más grande.
Estos momentos nos recuerdan que no estamos solos y que hay personas que se preocupan y se alegran por nuestra felicidad.
La alegría no tiene que ser algo grandioso y espectacular para ser compartida, pueden ser pequeños logros y descubrimientos en la vida cotidiana; podemos compartir lo que Dios hace en nuestra vida. Y esa es la alegría más grande que podemos compartir con todos.
Nuestra unión con Dios es un momento de pura felicidad para nosotros y para quienes nos rodean, creando una red de positividad que puede tocar el corazón de muchas personas.
Abrazos,
Nacimiento de Apolonio Carvalho
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