«Alegraos, sed perfectos, animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros» (2 Co 13, 11).
El apóstol Pablo ha seguido con amor el desarrollo de la comunidad cristiana en Corinto; la ha visitado y sostenido en momentos difíciles.
Sin embargo, con esta carta debe defenderse de acusaciones de otros predicadores que ponen en cuestión su estilo, pues no pide retribución por su trabajo misionero, no habla según los cánones de la elocuencia ni se presenta con cartas de recomendación que afirmen su autoridad, y proclama que vive su debilidad a la luz del ejemplo de Jesús.
Con todo, al concluir su carta, Pablo exhorta a los corintios con confianza y esperanza:
«Alegraos, sed perfectos, animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros».
Lo primero que salta a la vista es que se dirige a la comunidad como lugar donde se puede experimentar la presencia de Dios. Todas las debilidades humanas que dificultan la mutua comprensión, la comunicación leal y sincera, la concordia respetuosa de la diversidad de experiencias y pensamiento las puede sanar el Dios de la paz.
Pablo sugiere comportamientos coherentes con las exigencias del evangelio: procurar realizar el proyecto de Dios en cada uno y en todos, como hermanos y hermanas; comunicar el amor de Dios que hemos recibido; cuidar unos de otros, compartiendo las aspiraciones más profundas; acogerse, ofreciendo y recibiendo misericordia y perdón; alimentar la confianza y la escucha. Son opciones libres que a veces requieren la valentía de ser «signo de contradicción» respecto a la mentalidad corriente.
«Alegraos, sed perfectos, animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros».
Para vivir esta Palabra de vida, miremos, como Pablo, el ejemplo y los sentimientos de Jesús, que vino a traernos su paz (cf. Jn 14,27).
Y esta «[...] no es solo ausencia de guerra, de disputas, divisiones o traumas. […]: es plenitud de vida y alegría, salvación integral de la persona, libertad, fraternidad […] Y ¿qué hizo Jesús para darnos "su" paz? Pagó en persona. [...] Medió entre los contendientes, cargó con los odios y las separaciones, derribó los muros que separaban a los pueblos (cf. Ef 2, 14-18). […]
«Construir la paz requiere un amor fuerte, capaz de amar incluso a quien no nos corresponde, de perdonar, de superar la categoría del enemigo, de amar la patria del otro como la propia. […] Además exige de nosotros un corazón y unos ojos nuevos para amar y ver que todos son candidatos a la fraternidad universal. […]
"El mal nace del corazón del hombre -escribía Igino Giordani-, y para apartar el peligro de la guerra hace falta desterrar el espíritu de agresión, de explotación y egoísmo del que procede la guerra: hace falta reconstruir una conciencia”[1]»[2].
En el barrio de Bonita Park de Hartswater persisten los efectos heredados del régimen del Apartheid, como en el resto de Sudáfrica. El nivel escolar de los niños negros y mestizos es muy inferior al del resto de grupos étnicos, con el consiguiente riesgo de marginación social.
El proyecto The Bridge nace para compensar los desfases culturales entre grupos étnicos, mediante un plan de refuerzo escolar y un lugar de encuentro entre culturas diversas, para niños y adolescentes. La comunidad demuestra con hechos un gran deseo de trabajar juntos, lo mismo que la Iglesia Reformada Holandesa. Todos contribuyen a reforzar este puente entre culturas y etnias[3].
Letizia Magri y el equipo de la Palabra de vida