La alegría del cristiano no radica en el puro optimismo, en la seguridad del bienestar material ni en la alegría de ser joven y tener salud; más bien es fruto del encuentro personal con Dios en lo profundo del corazón. Letizia Magri
No para evadirnos de los problemas, sino para afrontarlos con la luz y la fuerza de lo alto: alegría que mana de la paz del corazón, el amor, la concordia, el respeto. La confrontación y la división, en cambio, son fuente de tristeza. (Padre Manolo Morales o.s.a,)
La alegría no es la risa y la carcajada, es algo interior que nos da la certeza de ser amados, que despierta la confianza y la fe en el amor de Dios.
La alegría no es solo diversión, es un estado de ánimo que viene de la promesa de Jesús cuando dijo que nuestra tristeza se transformaría en alegría y que nadie la podría quitar de nuestro corazón. (Cf. Jn. 16,20-23)
Es el descubrimiento de Dios en nuestra vida, de su presencia en nuestro corazón y entre nosotros.
Con nuestra vida podemos ser fuente de esa verdadera alegría, testimoniando que somos personas alegres, felices, llenas del amor de Dios.
Ser fuente de alegría significa compartir el pan, saciar la sed y el hambre de justicia, visitar a los enfermos, estar al lado de los que sufren, acoger, escuchar, dar la propia vida por amor a los hermanos y hermanas.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento