Puedo no tener humanamente motivos para estar alegre. La vida a veces se nos complica. Pero tengo siempre un motivo íntimo, profundo: Dios me quiere, y eso me hace sentir indispensable, necesario para los demás, feliz. (Padre Manolo Morales o.s.a)
Qué alegría tan grande es mirar a Jesús resucitado y absorber toda la luz que Él transmite a mi corazón. Es una alegría que invade el alma y se desborda a mi alrededor, contagiando a las personas.
Esta alegría no es un estado de euforia temporal, es algo más profundo que no desaparece ante las adversidades de la vida. Al contrario, en las dificultades se revela como un agente transformador y destila alegría incluso en el dolor.
La irradiación de esta alegría no es mérito mío, ya que me fue dada gratuitamente y así debe ser dada a través de mis actitudes, a través de la relación fraterna que establezco con cada persona.
Esta alegría proviene de una luz que me hace renacer cada día, que me hace recomenzar después de cada fracaso, que me hace vivir la verdadera vida en cada momento presente.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento