Cuanto más se afianzan en nosotros los principios espirituales y morales, más deberíamos beber en ellos la misericordia, no el juicio. Éste, si no es deber nuestro emitirlo, se lo dejamos a Dios, que mañana nos juzgará a todos. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
No sorprende que Jesús nos pida que no juzguemos las actitudes de los demás.
Creo que hay al menos tres buenas razones para ello.
Primero, porque es imposible que nadie conozca la verdadera intención de otra persona. Por tanto, las apariencias pueden engañar.
En segundo lugar, porque todos somos vulnerables y algún día podríamos estar en la misma situación.
En tercer lugar, porque cuando juzgamos, expresamos una condena. Y la otra persona podría ser una persona inocente que no tenía derecho a defenderse ante nosotros.
Un gran mal que surge del juicio es la calumnia, pues quienes nos escuchan pueden difundir la información a los cuatro vientos, generando difamación.
No debemos encubrir errores, ni confabularnos con el mal, pero para ayudar a alguien a cambiar su actitud debemos ser misericordiosos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
