Porque el amor empuja siempre a dar (un servicio, una sonrisa, una atención, una palabra afable...), ese dar nos hace sentirnos ricos y nos dignifica como hijos de Dios, Rey y Dador Supremo, "gozo del corazón y plenitud infinita". (Padre Manolo Morales o.s.a.).
"Mi reino no es de este mundo." (Jn. 18,36)
Jesús reinó y reina hoy y siempre, porque amó.
El mismo Pilato le explicó que si su reino fuera de este mundo, sus soldados no habrían permitido que lo condenaran. Pero su reinado fue muy diferente: el reinado del amor.
Él, con su ejemplo, nos capacitó para que nosotros también pudiéramos reinar.
Quien ama se convierte, en términos proporcionales, en otro Jesús.
Pablo dijo: "Vivo yo, pero no yo: es Cristo quien vive en mí". (Gál. 2,20)
Entonces, cuando amamos motivados por el amor de Cristo, también podemos decir: Yo reino, pero no yo: es Cristo quien reina en mí.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento