Todo. A Dios que nos ama así, no se le puede dar menos de todo. Da vértigo solo pensarlo; pero ese amor total es el que despliega nuestras alas, nos libra de vivir pegaditos a la tierra, y vigoriza de raíz todos nuestros amores. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Le sigue el segundo gran mandamiento: ama a tu prójimo como a ti mismo.
Estos dos mandamientos superan todas las ofrendas y sacrificios que podemos bridarle a Dios. Quien las vive ya está muy cerca del Reino de Dios. (Cf. Mc. 12,28-34)
Los dos deben ser vividos al mismo tiempo. Uno refuerza al otro.
Para nosotros, es más fácil entender el primer mandamiento, cuando vivimos el segundo. Es decir, cuando amamos a nuestro prójimo entendemos cómo expresar también nuestro amor a Dios.
Cuando amamos a nuestros hermanos y hermanas, nuestra unión con Dios aumenta. Nuestros momentos de oración se vuelven más profundos y significativos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento