Que el mal del mundo no nos lo cierre, porque nos quedaremos sin luz. Y un grande del siglo VIII a.C., Isaías, profetizó, refiriéndose a estos días, que "todas las naciones verán la salvación de nuestro Dios". Un hijo de Dios es un corazón que ve. (Padre Manolo Morales o.s.a.).
La esperanza no es una ilusión ingenua; es una fuerza silenciosa que nos mueve cuando todo parece estancado, que reaviva la llama cuando el frío de la duda amenaza con apagar lo mejor que hay en nosotros.Abrir el corazón a la esperanza es elegir creer que seremos capaces de enfrentar todos los desafíos, con la ayuda de aquel que dice: “¡Yo he vencido al mundo!” (Cf. Jn 16,33).
Tener esperanza es confiar en el tiempo, es aceptar que cada dificultad conlleva una lección y que cada noche, por larga que sea, termina cuando nace el sol.
Por lo tanto, abrir el corazón a la esperanza es decir “sí” a la posibilidad de empezar de nuevo, de perdonar, de soñar y de seguir caminando, con la fe de que en cada paso contamos con la compañía de Dios.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento