Practicar la paciencia es uno de los mayores desafíos de la vida moderna. En un mundo que valora la prisa y los resultados inmediatos, esperar se ha convertido en un acto casi extremamente ingenuo. Sin embargo, es precisamente durante la espera que maduramos, aprendemos y nos fortalecemos.
La paciencia no es pasividad; es sabiduría. Es comprender que todo tiene su ritmo, que las flores no florecen antes de tiempo y que lo importante requiere tiempo.
Cuando practicamos la paciencia, dejamos de luchar contra el tiempo y comenzamos a caminar con él. Así, descubrimos que lo que parecía tomar mucho tiempo era en realidad una preparación para lo que vendría después.
La paciencia, cuando se ejercita con amor, fomenta la esperanza y la fe.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
La paciencia, para mí, es también la capacidad de mantener la calma, no alterarse, ante las situaciones y acontecimientos que nos suceden, de todo tipo, tomando tiempo para pensar y dar una respuesta adecuada, si es bueno y necesario, con la ayuda de la Luz y Sabiduría de Dios.