Nos afectan tantas situaciones dolorosas que sufren las personas - "carne de nuestra carne"- tal vez no lejos de nosotros: carencias, pobreza, familias que no llegan con sus recursos a fin de mes... Dios nos ayude a socorrer, comprender, aliviar... (Padre Manolo Morales o.s.a.).
Hay momentos en que el corazón se cansa de ser fuerte.Lloramos, no por debilidad, sino porque el silencio pesa, y las emociones necesitan encontrar la manera de expresar lo que sentimos.
Las lágrimas son una forma de limpiar el alma: lavan lo que nos sofoca, lo que ya no cabe dentro y necesita ser liberado.
Pero enjugar las lágrimas, esto ya es otro paso.
Es el momento en que, aun con dolor, decidimos continuar. No se trata de olvidar ni de fingir que no pasó nada.
Es simplemente reconocer que el dolor no es el final, sino parte del camino y que puede ser transformado en amor.
Enjugar las lágrimas es un gesto de valentía discreta, de la que no grita, pero que insiste.
Enjugamos las lágrimas porque estamos seguros de la compañía de Dios, nuestro gran Consolador. Y eso, por sí solo, ya es un milagro diario.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento