Incluso en medio de nuestras propias contrariedades, que, vividas con serenidad y sentido, pueden ser "tesoro" social que fomente el bien y el amor. Somos seres espirituales, no solo carne y hueso, y estamos misteriosamente interconectados. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
El egoísmo nos ciega y no vemos las necesidades del prójimo.
Cuando actuamos por interés propio, poco a poco nos aislamos y caemos en la inevitable soledad.
La vida pensada en lo colectivo, en comunidad, tiene sus exigencias. Debemos poner lo individual en segundo plano para pensar como un todo. Pensar en el otro es la regla, para quien quiere marcar el ritmo y vivir bien.
Puede parecer una privación, pero en realidad, la ganancia es más grande que aquello que se piensa que estamos perdiendo.
La seguridad de una vida comunitaria nos sostiene en las horas difíciles y multiplica nuestra alegría en los momentos felices.
Por tanto, vale la pena sacrificar nuestro individualismo, para pensar en el bien del otro y nos volvemos “uno” con él.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento