Enamorémonos del Evangelio hasta el punto de dejar que nos transforme y se desborde en los demás.
Esta es nuestra forma de amar a Jesús.
Chiara Lubich
¿Qué extraña "virtud" será la que nos impide hablar entre nosotros de las cosas de Dios? Aconsejaba santa Teresa que "busquemos compañía", que nos contemos nuestras experiencias, que "no haya miedo de vanagloria", que "es menester hacerse espaldas unos a otros", porque "las cosas de Dios andan flacas". Simpática, ¿verdad? Vamos a hacerle caso a quien sabe. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Los primeros frutos suceden dentro de nosotros mismos. La palabra promueve una transformación en nosotros, a veces de modo radical, y nos hace adquirir una nueva personalidad, en cierta forma, más próxima a la personalidad de Jesús que es el Verbo encarnado. Después, vienen los frutos a nuestro alrededor: en la comunidad donde vivimos, en la familia y en todos los ambientes donde nos encontramos de forma temporal o permanente.
Ella trae armonía, paz interior, entusiasmo, discernimiento, vigor, perseverancia y fe.
Practicar la Palabra y compartir sus frutos: ser testigos como Evangelios vivos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento