Como los niños cuando lloran la desolación y la maldad, buscan horrorizados la mirada y el abrazo de sus padres, nosotros buscamos a Dios. Sus ojos, entre lágrimas, solo nos invitan a querernos y perdonar. Él hará justicia. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
"Un hermano ofendido es más difícil de conquistar que una ciudad fuerte; y las contiendas son como los barrotes de un palacio". (Pv 18,19)
La ofensa destruye una amistad construida durante años. Pero el amor es capaz de rehacerlo con un simple gesto: pedir disculpas.
En lugar de equiparnos con piedras para arrojar a quienes nos ofenden, debemos armarnos de amor misericordioso, para difundir la paz y la armonía a nuestro alrededor.
Cuando Jesús instituyó el mandamiento del amor recíproco, “Amaos unos a otros como yo os he amado”, inmediatamente dijo una frase que siempre me impresiona:
"Les he dicho todas estas cosas, para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa". (Jn 15,11)
Por tanto, vivamos el amor creciendo en la misericordia hacia nuestro prójimo, para que nuestra alegría sea completa.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento