¿Comenzando por mí mismo/a? Como "caminantes", tropezamos y "nos hacemos daño": una impaciencia, una palabra inconveniente, un juicio precipitado... ¿Perdonarme yo y pedir perdón, no es sanarme a mí y, tal vez, a mi prójimo? (Padre Manolo Morales o.s.a.).
La vida nos impone desafíos que muchas veces dejan heridas profundas, ya sean físicas o emocionales. Sanar estas heridas es un camino de crecimiento personal. Comienza con la aceptación: reconocer el dolor es el primer paso para la curación.
El perdón es otro elemento crucial en este proceso. Guardar resentimientos sólo mantiene la herida abierta. Perdonar no significa olvidar, sino liberarse del peso del pasado, permitiendo que la vida avance de forma más liviana y tranquila. Con el tiempo, las cicatrices que antes dolían se convierten en marcas de superación y aprendizaje. Quizás las cicatrices permanezcan para siempre, pero sólo serán un recuerdo del perdón concedido.
Sanar heridas es como reconectarse con uno mismo y con los demás, buscando la paz interior y la serenidad.
El amor a uno mismo y el amor a los demás son la cura para todas las heridas del alma.
Abrazos,
Nacimiento de Apolonio Carvalho