Es mucho más que una práctica religiosa; orar está en la raíz de nuestro ser. Dejar enfriar nuestra relación con Dios es quedarnos encerrados en nuestro "yo", privados de experimentar el amor transformante del Creador, su luz y su energía. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
La oración no es solo una obligación religiosa; es un verdadero encuentro con Dios.
Intensificar la oración no significa solo orar con más frecuencia. Significa orar con un corazón atento, con una fe renovada y con la conciencia de que hablamos con el Creador del universo, que nos ama profundamente y se preocupa por cada detalle de nuestras vidas.
Jesús se retiraba a lugares solitarios y oraba. Si el mismo Hijo de Dios sintió la necesidad de momentos intensos de oración, cuánto más nosotros, que somos débiles y a menudo nos sentimos perdidos en medio de las tormentas de la vida.
Intensificar la oración también significa buscar la calidad, no solo la cantidad. Significa abrir nuestros corazones con sinceridad, escuchar tanto como hablar. Significa permitir que el Espíritu Santo interceda por nosotros cuando nos faltan las palabras.
Cuando oramos, la paz reemplaza la ansiedad, la esperanza silencia el miedo y la fuerza de Dios se revela en nuestra debilidad.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
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