Con la llegada del cristianismo, compartir bienes se convirtió en una norma en las primeras comunidades cristianas.
No se trata simplemente de compartir bienes materiales. Implica mucho más que eso: compartir talentos, habilidades y conocimientos; y sobre todo, bienes espirituales. En resumen, es una comunión amplia. Significa dar y recibir, ofrecer los dones, pero también las necesidades.
Comparto mis bienes porque entiendo que mis posesiones no son exclusivamente individuales, sino que pueden servir a los demás, manteniendo el equilibrio entre mis necesidades y las de los demás.
Puedo compartir todo lo que tengo y todo lo que soy: es una donación completa, que tiene en el amor la posibilidad de la reciprocidad. Y por parte de Dios, con su providencia, la garantía del céntuplo.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
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