Con la inteligencia del amor y el sentido de la oportunidad. Y no tanto como un gesto obligado social, de familia o de amistad, sino como el intento de hacernos uno y compartir de corazón su situación, tal vez su soledad. (Padre Manolo Morales o.s.a.).
Visitar a un enfermo es un gesto sencillo, pero profundamente humano y espiritual, porque podemos llevar consuelo, nuestra presencia y un poco de esperanza a quien enfrenta fragilidad física y, a menudo, espiritual.En estas visitas, no solo llevamos palabras, llevamos nuestra escucha, nuestro tiempo y, sobre todo, nuestro amor.
La Iglesia nos enseña que visitar a los enfermos es una obra de misericordia. Cuando nos acercarnos a quien sufre, no solo cumplimos un deber, sino que tocamos a Cristo mismo, que se hace presente en nuestro hermano o hermana frágil. Es en estos encuentros que descubrimos el valor de la empatía y el poder de la solidaridad.
Que nunca dejemos de preocuparnos por el sufrimiento del otro. Que aprendamos a ver en el enfermo no solo su dolor, sino también a la persona que necesita ser valorada, acogida y fortalecida. Y que nuestra presencia sea una señal de luz y vida para quien más la necesita.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento