El papa Francisco y el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb declararon que "matar a una persona era como matar a toda la humanidad". Por eso, profundamente unidos y heridos por tanta guerra, destrucción y ruina, millones en el mundo rezamos sin tregua. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Cuando le pedimos a Dios que traiga paz a la Tierra, Él también nos invita a ser parte de la respuesta que anhelamos.La oración incesante no es solo un acto de devoción, sino un proceso de transformación interior. Al orar, nuestro corazón se alinea con el corazón de Dios; nuestros pensamientos y sentimientos comienzan a reflejar su voluntad. Poco a poco, la oración va purificando nuestras intenciones, disolviendo resentimientos y encendiendo un deseo sincero de amar y perdonar.
Este cambio nos empodera para actuar de manera coherente con lo que pedimos. Si rogamos a Dios por la paz, Él nos envía a vivir como constructores de ella.
La oración deja de ser solo una simple petición que sube al Cielo y se convierte en un camino que nos involucra por completo: cada oración por la paz es un compromiso de ser signos concretos de esta paz.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento