Vamos a librarnos juntos del pesimismo y la tristeza, que hacen mucho daño al alma y al cuerpo. La amistad crea un espacio motivador y sanador: "Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable... es medicina de vida". (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Cuando soy amigo de alguien, llevo dentro de mí más que recuerdos: llevo la presencia viva de esta persona en el corazón.
La alegría de esta amistad me acompaña en los buenos días y me fortalece en los difíciles, porque sé que no camino solo.
Cada encuentro, cada conversación, cada gesto se convierte en un tesoro que reconforta el alma y da sentido a la vida. Esta alegría no se apaga con la distancia o el tiempo; al contrario, crece a medida que la amistad se mantiene fiel. Y dondequiera que voy, ella se refleja en mi sonrisa, en mis actitudes y en la forma en que acojo a los demás, compartiendo el mismo bien que recibí.
Se vuelve aún más valiosa cuando me convierto en amigo en Cristo, haciendo un pacto de estar siempre dispuesto a dar mi vida por mis amigos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento