El rencor no solo destruye las relaciones, también nos destruye a nosotros mismos: morimos antes de morir.
No fue por casualidad que Jesús nos propuso que amemos también a nuestros enemigos. Él sabe que el amor lo cura todo: disipa las sombras de la indiferencia, aparta la oscuridad del alma e ilumina nuestra vida.
Basta una ofensa, un mal entendido, un choque de opiniones, para apartarnos de alguien. Pero basta un gesto de humildad y amor, para restablecer una relación ensombrecida por el rencor.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento