Jesús nos dejó el don del Espíritu Santo.
Nuestra fe debe abrir nuestro corazón a la acción del Espíritu de Dios en nosotros. De esta manera, podremos caminar de acuerdo a sus enseñanzas y con sus inspiraciones.
El discernimiento sobre lo que es bueno y lo que es malo, sobre lo que debemos y no debemos hacer es el resultado de su acción en nosotros, cuando ponemos a su disposición nuestras fuerzas, nuestra mente y nuestro corazón.
El amor mutuo, vivido efectivamente entre nosotros, está por encima de las leyes y los preceptos, porque el amor es la perfección de la ley, es el estricto cumplimiento de la voluntad de Dios.
El amor que Jesús trajo al mundo no vino a abolir la ley, sino para llevarla a su verdadero cumplimiento.
El que ama camina según el Espíritu de Dios, y por esa razón, no está más bajo el yugo de la ley. (Cf. Gl. 5,18)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Es evidente: este mundo no progresa solo con nuestras luces y nuestras fuerzas. "Sellados" con el Espíritu (estamos en el mundo pero no somos del mundo) ¿le dejaremos actuar o le "entristeceremos" también con nuestras desconfianzas? (P.M.)