Nunca olvidé una comparación que me hicieron cuando yo era muy joven y que, debido a un pequeño problema que estaba enfrentando, pensaba que Dios se había alejado de mí.
Me dijeron que cuando miramos nuestra mano a una cierta distancia, vemos todos los detalles de las líneas naturales. Al acercar la mano a los ojos, empezamos a no distinguir tan bien esos detalles. Hasta que la mano cubre totalmente los ojos y no vemos nada más. Ni la mano, ni las cosas que tenemos delante. Pero la mano está más cerca que antes.
Así sucede con la presencia de Dios en nuestras vidas. Los problemas parecen cegarnos y no lo percibimos. Sin embargo, Él está ahí, más cerca que nunca.
El mismo Jesús, que es Dios, prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. (Cf. Mt. 28,21)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Los buenos y los que nosotros consideramos "días malos", siempre, "hasta el fin del mundo"; entra en nuestras casas, ama y sufre y se preocupa con nosotros, y es la "fuente eterna escondida de la que mana y corre" la verdadera Felicidad. (P.M.)