“Si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos.” (Mt. 18,3)
Humildad, pureza de corazón, sencillez, entrega total al Padre. Estas y muchas otras actitudes nos ayudan a volvernos niños en el sentido evangélico.
Un niño mira al Padre o al hermano mayor y a la madre como modelos.
Miremos a Jesús, nuestro hermano mayor, que se ha hecho “uno de nosotros” para conducirnos al Padre.
Cuando ponemos en práctica el amor que Él nos enseñó, vivimos la pureza de corazón; cuando vivimos con sencillez las enseñanzas de Jesús adquirimos la sabiduría que Dios revela a los pequeños; cuando nos abandonamos completamente en Sus manos, Él nos llama hijitos, porque nos convertimos como niños delante de Él.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Necesitados de todo, dependientes en todo; pero estimulados y llamados constantemente a la vida desde la tierna y generosa mirada del Amor: padre y madre son la encarnación viva de ese Dios que necesitamos y del que todos dependemos. (P.M.)