No podemos quedar indiferentes al infinito amor de Dios por nosotros. Al amor se responde con amor. Pero no debe ser una respuesta platónica o romántica. Debemos responder a través de hechos concretos.
Jesús nos dejó algunas indicaciones exactas cuando dijo que seremos interrogados al final de nuestras vidas: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me acogiste, estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo, preso y me visitaste.” (Cf. Mt. 25, 35-36)
Para comenzar, basta amar a quien pasa a nuestro lado en el momento presente.
Sin esperar ocasiones especiales, sino ahora. Con los familiares, los vecinos, los compañeros de trabajo o de estudio, un desconocido en la calle, una persona distante que recordamos en la oración.
Es decir, todos. Sin ninguna excepción o distinción.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
No es difícil y tiene su lógica responder en este mundo a las muestras de aprecio de los demás. El amor de Dios, en cambio, ni es siempre sensible ni siempre de nuestro agrado. Solo afinando la fe y orando, el corazón "ve" y corresponde. (P.M.)