“Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.” (Rom. 8,14)
Dejar que Dios nos conduzca es tenerlo como guía. Dejar que Él nos indique el camino a seguir, la mejor decisión a tomar, la mejor actitud en cualquier situación.
Dios nos muestra el camino del amor: amar a todos sin hacer distinciones, amar primero, amar siempre.
Jesús nos enseña el camino del perdón: perdonar a nuestro prójimo hasta setenta veces siete.
La puerta estrecha es nuestra mejor elección: solo logramos entrar por ella si nos despojamos de todo lo que viene del egoísmo y solo llevamos la caridad con nosotros.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¿No impresiona pensar que se pueda vivir en este mundo, incluso gobernarlo, como si no existiera? ¿Adónde vamos sin su Luz? Ojalá temamos nosotros "entristecer" su Espíritu o, más grave aún, "apagar" su voz en nuestro corazón. (P.M.)