“Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.” (Mt. 5,5)
En el sermón de la montaña, donde Jesús proclama las Bienaventuranzas, promete cosas que pueden parecer absurdas.
De hecho, estas promesas no son futuras, son realidad actual.
El consuelo del doliente, es comparable con la resurrección. Es real y ocurre en el presente, incluso durante el llanto.
El vislumbrar a Dios, para los puros de corazón, es descubrir Su rostro en cada hermano.
La saciedad de quien tiene hambre y sed de justicia, está en la voluntad de Dios que no se hace esperar.
Feliz quien es manso, perseguido, calumniado, pobre, humilde, promotor de paz y misericordioso.
Es una felicidad que va contra la corriente del mundo, pero que nos fue prometida por el mismo Jesús.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Como es manso y humilde el Corazón de Dios. Son, por eso, cualidades de sus mejores hijos. Violencia y malos modos muestran solo debilidad y falta de dominio. Mansedumbre y humildad son las armas del Bien contra el Mal. (P.M.)