Partiendo de este supuesto; es decir, cuando nos entregamos completamente en las manos de Dios y ponemos toda nuestra esperanza en Él, somos capaces de superar todas las barreras; logramos vencer todos los temores; conseguimos hacer grandes obras en favor del bien.
La esperanza en Dios va más allá de todos los límites y nos hace vivir aquí en la tierra, la vida del cielo.
Nos hace más sensibles a las necesidades de los demás y nos impulsa hacia la fraternidad, la solidaridad, la unidad y la paz.
La esperanza en Dios nos hace creer que todavía es posible construir una nueva humanidad, si empezamos a partir de nosotros mismos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Porque, sin esa "esperanza más grande", las alegrías y satisfacciones que la vida nos regala (¡ojalá sean muchas!) pueden convertirnos en ilusos. Que la satisfacción íntima de sentirnos amados por Dios sea siempre "el ancla del corazón". (P.M.)