“Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.” (Mc. 10,14)
El niño se entrega con total confianza en las manos de su padre o de su madre, o de cualquier adulto que sea responsable por él.
Cuando se siente en peligro corre a los brazos de su madre o de su padre; cuando quiere cariño se acomoda en el regazo de su madre; cuando tiene dudas, hace preguntas; cuando se cansa, descansa en sus brazos.
Así debe ser nuestra relación con Dios: ser sencillos como los niños y entregarse por completo en sus manos; tratando de ser obedientes en todo, porque estamos seguros de que su voluntad nos trae felicidad.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Ellos, más allá de sus aventuras y sus juegos, aun sin comprender, saben adivinar en sus padres el dolor y la preocupación. Nosotros intuimos hoy el Dolor de Dios y de la Virgen Madre. Y rezamos: Reina de la paz, ruega por nosotros. (P.M.)