Cuando alguien se me acerca en la calle, me pide ayuda y me cuenta un poco de su drama, mi primera reacción es de desconfianza: será verdad?
Inmediatamente me pongo en su lugar y cambio de actitud, tratando de escucharlo con atención. Después, le ofrezco ayuda de acuerdo a mis posibilidades en el momento, tratando de ser generoso de la misma manera que si fuese el mismo Jesús quien me pide ayuda.
Acoger y ayudar nunca debe ser solo algo entre la otra persona y yo, sino entre Dios y yo, porque mi propósito como cristiano es reconocer su presencia en cada prójimo.
Tal vez la historia que cuenta no sea del todo cierta, pero la necesidad es ciertamente real.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Lo nuestro es "un viaje por el mar de la historia"; es normal, pues, que nos preocupen los vaivenes y las borrascas de la vida. Si la fe nos mantiene despiertos y unidos, notaremos cuánto Dios navega con nosotros. Aunque parezca dormir. (P.M.)