Cuando tratamos de amar a nuestro prójimo, nuestro corazón y nuestros brazos se abren para acoger a todos. Es el deseo de amar que nos hace actuar de esta manera.
Acogemos no sólo a los que están en necesidad material, sino también a los que sufren humillaciones, desprecio, calumnias e insultos; los que sufren violencia de cualquier tipo; niños en situación de riesgo.
Nunca podremos resolver los problemas del mundo entero, pero podemos, individualmente, ayudar a alguien a levantarse, a superar un momento difícil, a enfrentar sus problemas con la seguridad de que no está solo.
Corazón y brazos abiertos son símbolos de la solidaridad, de la amistad y de la fraternidad.
Tratemos de hacer nuestra parte, aunque sea en pequeña escala.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Se nos empequeñece el alma cuando, cerrados en nuestras melancolías, olvidamos esta humanidad sufriente que espera el amor concreto, la compasión y la oración que estamos llamados a ofrecerle. Vivir en Dios es vivir para los demás. (P.M.)