Es una forma de amor nada común que siempre sorprende: esa actitud serena, esos ojos atentos, esa bondad abierta...Casi no hacen falta palabras. Quien escucha así es un proyector de luz. Y Dios, que es Luz, habla por dentro a los corazones. (P.M.)
Cuando escuchamos al otro por amor, la escucha se convierte en un acto de comunión fraterna. Hacemos un vacío en nosotros que se llena del otro. Él, a su vez nos da todo lo que hay en su corazón en ese momento: angustias y dolores, pero también sus alegrías y logros.
Escuchar profundamente es lo mismo que hacer una comunión de vida.
La escucha implica también una gran actitud de inclusión, de superación de los prejuicios y de aceptación de las diferencias.
Escuchamos profundamente cuando somos capaces de escuchar sin resistirnos a opiniones contrarias a las nuestras, cuando dejamos que el otro se exprese completamente.
Para hoy nuestro propósito puede ser: “Hacerse uno”, escuchando profundamente a todos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento