Sabemos que, viviendo en el mundo, es fácil acumular polvo, recoger poco a poco cosas más o menos útiles, o superfluas, y guardarlas en nuestras casas.
Tal vez sea un lápiz extra, un libro, una prenda de vestir, un instrumento, un cuadro, una alfombra; de ropa blanca, de muebles; de cosas voluminosas, o pequeñas, una suma de dinero.
¿Por qué no recoger todos estos objetos y ponerlos a disposición de aquellos que no los tienen en nuestra comunidad, o de los pobres, o del "Jesús abandonado de cada día", como definimos las calamidades que arrojan tanto dolor, angustia, frío y peligro a tanta gente? Chiara Lubich.
Nos ayudará a ello recordar que todo cuanto damos nos ha sido dado. Seremos siempre herederos del gran Dador, el Padre celestial, "que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos". (Padre Manolo Morales o.s.a.)
A mi entender, la generosidad se basa en tres pilares: la sensibilidad, el desapego y el compartir.
La sensibilidad nos pone en el lugar del otro y sentimos su necesidad como si fuese la nuestra.
El desapego nos da equilibrio sobre todo lo que poseemos y todo lo que somos. Con el desapego aprendemos a administrar con justicia nuestros bienes y nuestros dones.
Compartir es el medio por el cual podemos desarrollar la sensibilidad y el desapego.
La generosidad es una de las expresiones prácticas del amor al prójimo.
La medida de la generosidad es el “todo” y su alcance, el “todos”.
Es una medida sin medidas y sin distinción de personas.
Seamos generosos con todos y seremos felices.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento