El "deseo mundial de hermandad" que se vive hoy me exige mirar a los demás como nos mira el Padre del cielo: superando constantemente defectos, antipatías, ideologías.... La maldad la combatimos juntos con la bondad. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Delante de Dios todos somos iguales en dignidad. De hecho, cuando nos reconocemos indignos y pecadores, es Dios mismo quien nos hace dignos de su infinita misericordia.
Debemos mirar a las personas como nuestros semejantes. Quien reconoce la igualdad reconoce también la dignidad.
Todo lo que nos gustaría que los demás hicieran por nosotros, debemos hacérselo a todos.
La Regla de Oro, mencionada arriba, nos ayuda a reconocer la dignidad de las personas. En otras palabras: "Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos". (Cf. Mt 22,39)
Este es el segundo mandamiento más importante de la ley de Dios. Cuando se vive al pie de la letra, se convierte en el reconocimiento más eficaz de la dignidad de cada persona.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento