Con Dios de nuestro lado, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31)
¿Cómo, entonces, podemos vivir esta palabra? Siendo hombres de esperanza nosotros mismos. Esto significa que no debemos cerrarnos en nuestro pasado, sino salir de nosotros mismos, dejando todo en manos de aquel que es capaz de llenar cada vacío. Significa creer que Dios traerá la obra de nuestra santificación a su realización. Significa estar convencidos de que el futuro construido por Dios será más hermoso que el presente; significa saber subordinar nuestros proyectos, que siempre son pequeños, a los inmensos proyectos que Dios oculta en su amor. Hay un Dios que se alineó de nuestro lado. Hay un Jesús que ha muerto y ha resucitado para darnos esperanza y hacernos personas capaces de comunicar esta esperanza a los otros.
Chiara Lubich
Portadores con una "sabia ignorancia", decía San Agustín. Porque esa vida feliz eterna -nuestra esperanza- es una realidad conocida y desconocida. La desconocemos, pero estamos seguros de que existe; es una meta fiable, y "justifica el esfuerzo del camino". (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Llevemos esperanza a todos, preparando el terreno con la propia esperanza que llevamos dentro.
En primer lugar, intentando comprender los deseos escondidos en cada corazón, la sensibilidad de cada persona, su percepción del amor, sus necesidades, sus debilidades.
El segundo paso es ofrecer a todos la alegría que viene de Dios, la alegría que viene de la fe que profesamos y que nos acompaña en todas las circunstancias.
Sólo así podremos hechar las semillas de la esperanza que todos anhelan: después de demostrarles amor y fe.
Podemos esparcir semillas de esperanza por todos los caminos por donde pasemos, para que florezcan y los hagan visibles. Caminos que llevan a la verdadera felicidad, caminos que nos llevan a Dios.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento