Si la vida, con sus inevitables decepciones, nos ha hecho ya probar la soledad, y hemos entendido que solo Dios sacia nuestra sed de compañía, ¿nos habrá ello convertido en portadores de ese Amor de Dios a la soledad de otros? Ojalá. (Padre Manolo Morales.).
Este es un gesto simple pero profundamente significativo, ya que demuestra amor e interés genuino por la vida del otro y que puede aliviar su soledad. Además que fortalece los vínculos existentes: ya sea con alguien de la propia familia o con un amigo.
Uno de los peores dolores que existe es el sentimiento de abandono, de aislamiento.
De hecho, el mayor dolor de Jesús fue cuando gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Allí, El asumió todo el distanciamiento de Dios que la humanidad sufría y todavía hoy sufre.
Por eso, cuando visito a alguien solo, puedo reconocer en él el rostro de Jesús en su abandono y ser para él la respuesta del mismo Jesús: “He venido a verte, estoy aquí para ti”.
El amor, en este caso, percibe necesidades que muchas veces no son expresadas y toca la sensibilidad del otro con delicadeza, respetando su privacidad.
La cercanía es la única respuesta a la soledad.
Abrazos,
Nacimiento de Apolonio Carvalho