Hice esta experiencia varias veces y los frutos fueron muy positivos.
Sin sombra de dudas, la paz interior es la mas grande de ellas. Un sentimiento de cercanía con Dios que no se experimenta fácilmente, solo es ocasiones especiales.
Tuve la sensación de ponerme por encima de la razón y la lógica. Lo sobrenatural, entendido aquí como espiritual, se convirtió en la idea más real y verdadera de mi ser.
En esos momentos me sentí inmune al odio, al rencor y a la venganza. Sin embargo, al mismo tiempo, descubrí que era fruto de una gracia que venía de lo alto por medio de la oración.
Fue precisamente rezando por quien me hizo sufrir que pude vivir estas experiencias.
La paz interior y la capacidad de ser misericordioso, y perdonar hasta setenta veces siete, viene de la oración.
Orar por aquellos que sufren es una de las formas con la que nos convertimos en verdaderos hijos de Dios. (Cf. Mt. 5,45)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¡Sorprendente! No es seguramente lo primero que se nos ocurre. Y, sin embargo, es la seña de identidad de los hijos de Dios: "vencer el mal con el bien". Rezar es nuestro pequeño "bien". El otro 99% lo pone la Bondad del Padre de los cielos. (P.M.)