El mejor testimonio que podemos dar, como prueba de nuestro amor a Dios, es hacer su voluntad.
Amar, realizar el bien en nuestra vida, es lo que Dios quiere de nosotros.
Él sabe que nuestra felicidad plena está en ser bondadosos, misericordiosos, compasivos, pacíficos, pacientes, mansos y muchos otros adjetivos que son sinónimos del bien, que son la práctica del amor al prójimo.
Cuando hacemos el bien nos acercamos poco a poco al designio que Dios pensó para nosotros desde siempre, lo que significa acercarnos a nuestro verdadero ser: la semejanza a Dios.
El bien del otro y el bien de todos! En la medida del bien que queremos para nosotros mismos. Viviendo así, entonces podemos dirigirnos a Dios y decirle: Señor, Señor! (Cf. Mt. 7,21)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Creer en Dios y amarlo es poseer una luz que el mundo no tiene, pero necesita, por mucho que la ignore o la rechace. Alumbrar, por eso, con nuestras buenas obras es un deber de justicia. ¿A qué sirve una luz que no alumbra? (P.M.)