Son esos brazos los que están sosteniendo mi vida y la vida del universo. Lo sienta yo o no (es cuestión de fe, no necesariamente de sensibilidad), Él me está protegiendo, con mis pesares y mis problemas. Y no resuelvo yo nada agobiándome por ellos. (Padre Manolo Morales o.s.a.).
El abrazo del Padre nos devuelve la paz, porque en él encontramos aceptación sin condiciones. Él no exige perfección, solo un corazón abierto.
Cuando nos dejamos guiar por este amor, aprendemos a descansar, a liberarnos del miedo y a vivir con sencillez y gratitud.
Abandonarse es descubrir que, en el abrazo del Padre, no hay soledad, solo una presencia que consuela y renueva.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento