Ayudar a los demás a superar sus angustias y dificultades. No siempre podemos resolver sus problemas, pero podemos aliviar su dolor ayudándolo a cargar su cruz.
Hay varias maneras en que podemos ayudar. Con oraciones, con una acción concreta, con una presencia amiga, escuchando, aportando ideas y sugiriendo soluciones; es decir, siendo solidarios con amor fraterno.
Muchas veces me acerqué a alguien que sufre para solidarizarme con su dolor y lo escuché decir: “sabía que vendrías”.
La certeza de la amistad ya es una fortaleza.
Basta un recuerdo, un pensamiento, una oración, hacerse presente de alguna manera para que el prójimo no se sienta solo.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Esa participación, la mirada atenta, los ojos del corazón transmitiendo siempre sosiego y esperanza a nuestro alrededor, es lo que nos hace humanos y hermanos, "amigos fuertes de Dios". Así es como la vida tiene luz y todo cobra sentido. (P.M.)