Cuando hacemos silencio interior, escuchamos una voz que no viene del raciocinio humano. Tiene una lógica y una fuerza propias y nada puede bloquearla o callarla. Incluso contra nuestra voluntad, ella se hace presente.
Cuando cometemos un error, es la primera en acusarnos. Cuando hacemos algo bueno nos da fuerzas para seguir adelante.
No se deja engañar por falsos justificativos. Es consuelo en la aflicción, es seguridad en la tribulación.
Por más brutalizado que alguien puedas estar, en algún momento esta voz se hará más fuerte y nos indica un camino diferente.
Si sabemos escucharla siempre, ella será la brújula que guíe todas nuestras acciones.
Si vivimos en sintonía con el amor, ella se amplificará y ganará cada vez más espacio. Es la voz de Dios en nosotros.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Ha resonado, en este octavario de oración, la súplica de Dios: "sed Uno para que el mundo crea", como un reproche a nuestras divisiones históricas, y una llamada a convertirnos y comprometernos. Dios lo quiera. (P.M.)