Así como vemos que es bueno llorar con quien llora, debemos igualmente, alegrarnos con quien se alegra. Compartir todo. Alegrías y dolores.
Si queremos amar a Dios, debemos amar al hermano, compartiendo sus alegrías, sus conquistas, su esfuerzo recompensado, dando sentido a sus victorias.
Compartir la alegría del otro no es sólo una celebración. Es algo mucho más profundo. Es participar de su vida por amor a Dios, abriendo el camino para que él también alcance la meta de la alegría plena.
Abraços,
Apolonio Carvalho Nascimento
Si el don de la alegría es ya salud del alma y del cuerpo, que el "amor fraterno multiplique mi capacidad de gozo". Viviré así más allá de mí mismo. Sin olvidar que la Madre del cielo es "Causa de nuestra alegría", ¡la nuestra, no solo la mía! (P.M.)