Podemos tener como ideal la realización de la unidad entre los pueblos; pero, para concretar este ideal, debemos comenzar a ser instrumentos de unidad en el día a día, en los ambientes donde vivimos.
“Hacerse uno” con todos, aceptar las diferencias, respetar las ideas, los diferentes credos, acoger a todos como nos gustaría ser acogidos.
Estas son las actitudes que favorecen la realización de la unidad, pero la unidad se construye realmente con el amor recíproco, que contiene todos estos elementos y mucho más.
La medida del amor que produce la unidad es la que Jesús nos dejó: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. (Cf. Jn. 15,12-17)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¡La unidad! Nos la infundió Dios al crearnos; va en nuestra sangre. Hoy el virus del egoísmo, que divide y envenena, la ha convertido en una conquista. Combatir cada día por salvaguardarla y reforzarla es tarea de los hijos de Dios. (P.M.)