Puedo “hacerme uno” con mi prójimo en todo, menos en el pecado.
Mi amor para con el otro debe ser ilimitado, pero no puede ir más allá de las fronteras del bien, porque ya no sería amor.
Debo dar testimonio de la verdad, y algunas veces, amar significa decir “No”, significa tener el coraje de ir contracorriente.
El interés del prójimo que puedo asumir como propio es aquel que le hace bien, que lo eleva a la condición de hijo de Dios, que lo hace ser una mejor persona y que le trae la verdadera felicidad.
La necesidad del otro es mía, porque somos una sola cosa, porque el otro está en mí y yo en él, y porque Dios está en todos nosotros.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Ríos de opinión, juicios parciales de unos y otros... Pero ¿verdad que también dentro de nosotros hay "corrientes" opuestas al Evangelio, que inducen al desaliento, que enfrían la fe en el Amor de Dios, y exigen firmeza y valentía de corazón? (P.M.)